TUVIMOS QUE QUEDARNOS A OSCURAS PARA VOLVER A VERNOS DE VERDAD

El lunes por la tarde, sin previo aviso, las luces se apagaron. Todo. El Wi-Fi. Las pantallas. Los timbres. Las neveras. Los semáforos. Las estaciones. Las casas. Las calles. Un apagón general. De esos que parecen sacados de una película o de un recuerdo antiguo. Y al principio fue caos, confusión, preocupación. Si os soy sincera pensaba que se trataba de un ciberataque o del comienzo de la tercera guerra mundial... Y fue entonces cuando… pasó algo que no esperábamos. Algo que, en el fondo, muchos anhelábamos sin saberlo. Pasados los primeros minutos de desconcierto, la ciudad, el pueblo, el barrio, la calle, empezó a respirar de otra manera. Los móviles, sin conexión. Las teles, mudas. Los ordenadores, inservibles. Y nosotros, sin más remedio, empezamos a mirar a nuestro alrededor. A mirarnos. Lo alucinante no fue la falta de electricidad. Lo alucinante fue lo que surgió en su ausencia. Los niños bajaron de casa, con una comba o una tiza en la mano. Se llamaban por las ve...